Comentario
En este siglo VIII se produce en Esparta, como en la mayor parte de Grecia, aunque con caracteres específicos, el renacimiento. En las tradiciones espartanas, el fenómeno se identificaba con la figura de Licurgo, al que se asigna no sólo una legislación constitucional integradora de todas las instituciones espartanas, fuera cual fuese su procedencia y su cronología real, sino también algunos otros rasgos que sirven para señalar el momento histórico en el plano cultural. Licurgo había participado como fundador de los Juegos Olímpicos en el año 776 y había sido el introductor de los poemas homéricos en Laconia. Así se representaban los espartanos la conciencia de participar en la corriente cultural que arqueológicamente también aparece señalada con la aparición de figuras con casco de origen oriental y escudos decorados que responden al mismo ambiente. Ya hacia el año 700 se define el santuario de Menelao, sobre un antiguo lugar sagrado de época micénica, hecho indicativo de la difusión de los conocimientos sobre tradiciones épicas, adaptados a los nuevos intereses. De este modo se forma también la tradición que define a Orestes como antepasado de los espartanos y se buscarán por ello sus huesos en Tegea. Esta tradición se usará como motivo del ataque a Tegea, en Arcadia, pues la Pitia, según Heródoto, les prometió la victoria si los encontraban. La tradición admite que hallaron huesos de gran tamaño, propios de los héroes gigantescos a que aluden los poemas homéricos. Según un papiro publicado en 1979, los Heráclidas tuvieron que luchar con los hijos de Orestes, y en ocasiones los espartanos justificaban el privilegio de mandar sobre confederaciones de ciudades griegas en el hecho de que de este modo aparecían como descendientes de Agamenón, que había dirigido a todos los griegos en la guerra de Troya.
Esparta salía, pues, de su aislamiento al recibir influencias del exterior y acogerse a los movimientos culturales del momento y al comprometerse en intensos movimientos expansivos debidos a su propia dinámica interna, que aprovechaban igualmente los fenómenos culturales para tejer un entramado ideológico. Las figurillas de bronce laconias halladas en Olimpia, procedentes de esta época, resultan indicativas del uso precoz del santuario panhelénico, elemento reforzador de la presencia en el exterior. Paralelamente, en el reino de Arquelao y Carilo, que la tradición atribuye a los anos 775-760, los espartanos conquistaban la zona noroeste de Laconia, tras una consulta al oráculo de Delfos que estaba entonces en su época de mayor prestigio. Es posible que se trate de los primeros reyes que desempeñaron juntos su función en esa peculiar institución de los espartanos que es la diarquía y que no ha llegado a explicarse con satisfacción. Sólo un pacto de realezas con sus pueblos dependientes en el proceso de unión territorial puede explicar esa especie de sinecismo en que en lugar de desaparecer la basilea, se multiplica. Al mismo período se atribuye arqueológicamente la configuración de sistemas centralizados que incorporan las aldeas, la última de las cuales fue la de Amiclas, centro de tradiciones religiosas de gran prestigio, que se remontaban a tiempos micénicos. La organización colectiva queda configurada en cinco obas, pero tal vez la última unificación tuviera lugar sólo entre el conjunto de la primera agrupación y la que se reunía en torno a Amiclas, capaz de conservar su propia basileia.